domingo, 31 de octubre de 2010

La noche de las ánimas en los pueblos aragoneses


Ya ha llegado el 31 de octubre y con él la noche de las ánimas, y con el fin de conocer un poco mejor como transcurría esta noche en los pueblos aragoneses os dejamos con un trozo de un muy interesante artículo de Alberto Turón Lanuza titulado, La noche de las ánimas,  de la revista de patrimonio cultural aragonés Ambista, en el que nos da una pincelada a esta misteriosa noche.

Artículo completo: La noche de las ánimas


La tradición en Aragón


La creencia general era que las ánimas del purgatorio vagaban esa noche en busca del descanso eterno y acudían a nosotros en busca de ayuda, ayuda que debíamos prestarles a cambio de su intercesión por nosotros para lograr nuestro bien.

Antiguamente durante el día de Todos los Santos y la noche de difuntos las campanas tocaban a muerto y en las casas se rezaba el rosario, se comían frutos secos y se contaban historias de miedo, apariciones y seres sobrenaturales, a veces durante toda la noche.

En las casas y en las iglesias se encendías velas y lamparillas. Se ponían también en las ventanas de las casas.

En el Archivo de Tradición Oral de Aragón encontramos un romance recogido en Tarazona que enseña, por boca del difunto esposo que se dirige a su viuda, algunas de las cosas que se deben hacer para ayudar a las ánimas a alcanzar el descanso eterno y evitar que se enfaden con nosotros: encender luces, rezar, ir a misa y hacer penitencia.

Esposa del corazón,
¿cómo de mi no te acuerdas?
¿cómo no rogas [sic] a Dios
que me saque de estas penas,
oyendo misas cantadas,
rosarios y penitencias?


Los niños vaciaban calabazas por un pequeño agujero hecho en su base, les hacían agujeros con forma de ojos, nariz y boca de aspecto terrorífico y les ponían dentro una vela encendida. Estas calabazas se llevaban en procesión por la noche o se ponían en puertas y ventanas para asustar a la gente. Había alguna persona que se disfrazaba de fantasma y salía a la calle a asustar a la gente. Los más atrevidos apostaban entre ellos quién tendría valor para ir al cementerio a hacer alguna gamberrada. Hoy son los chicos y chicas más jóvenes quienes se disfrazan y recorren las casas pidiendo caramelos y golosinas; aunque esta costumbre es rechazada por quienes creen que es una moda importada de Estados Unidos, en realidad no es más que la adaptación a los tiempos actuales de una antigua tradición nuestra, una parte más de nuestro patrimonio histórico y cultural que, de otra manera, habría desaparecido de nuestra memoria colectiva y con toda probabilidad habría sido sustituido por algún tipo de ceremonial remotamente relacionado con nuestro folklore.

Para terminar: una curiosa tradición del día de Todos los Santos es que, en algunos pueblos, los dueños de las casas alquiladas podían echar a la calle a sus inquilinos.

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